Una crisis originada en Estados Unidos afectó en forma severa a Europa y Japón. La primacía de la FED y el refugio colectivo en dólares o bonos de Tesoro expresaron la gravitación que mantienen los bancos norteamericanos. Pero también se reflejó la supremacía del imperialismo norteamericano, cómo protector de todas las clases dominantes.
Esta vez el temblor golpeó más duramente a los países centrales que a las economías intermedias. Ha crecido la influencia de las naciones semiperiféricas en un escenario más diversificado, que la tradicional configuración dualista centro-periferia. Pero es muy incierta la constitución de un bloque rival de las grandes potencias. Todas las economías en ascenso privilegian sus liderazgos regionales y reciben atractivas ofertas para su cooptación al orden imperial vigente. Esta tentación influye especialmente sobre la elite china, que gestiona un acelerado crecimiento en medio de grandes desequilibrios sociales y ecológicos.
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