EMPOBRECIMIENTO DE LA PERFERIA
La crisis global acentúa las tragedias sociales del Tercer Mundo. A diferencia de las economías medianas, los países situados en la periferia clásica han soportado el impacto brutal de la recesión. Los ingresos de estas naciones de África, Asia y América Latina han quedado muy recortados por la caída de las exportaciones, la reducción de las remesas y la disminución de la ayuda internacional. Pero lo más grave es la dramática expansión del hambre que genera el encarecimiento de los alimentos.
Los precios de estos productos subieron un 83% entre el 2005 y el 2008. Antes del estallido financiero (marzo 2007-2008), el trigo repuntó 130%, la soja 87%, el arroz 74% y el maíz 53%. Estos aumentos parecían detenerse con la deflación que impuso la recesión mundial, pero entre septiembre (2008) y junio (2009) la carestía reapareció con fuerza. El flagelo del hambre afecta a una sexta parte de la población mundial (1020 millones de personas) y la desnutrición se incrementó un 9% el año pasado1.
Esta tragedia social de los pueblos periféricos beneficia directamente a las empresas transnacionales que operan en sector de la alimentación. El mismo rédito es ambicionado por varias clases dominantes agro-exportadoras de la semiperiferia. Especialmente los capitalistas de Argentina o Brasil lucran con la hambruna y celebran la carestía de los alimentos, cómo una gran oportunidad para sus negocios.
Ciertos analistas asocian la desnutrición actual con daños colaterales del bienestar logrado por los nuevos consumidores de China o India. Señalan que la incorporación de la carne a la dieta de sectores medios, creó en esos países una demanda adicional que encarece los alimentos. Pero esta mejora de un sector a costa de otro, no es una desgracia de la naturaleza. Muchos procesos de acumulación capitalista del pasado aceleraron abruptamente la urbanización, precipitando la hambruna rural en las zonas aledañas.
La carestía actual se inscribe en una revalorización de las materias primas, que treparon un 114% desde el año 2002. Esta suba expresa tendencias coyunturales y estructurales. El desencadenante inmediato ha sido la especulación de los financistas, que introdujeron en el mercado de los alimentos toda la batería de opciones y contratos a futuro.
También ha influido en la suba de los precios, la reversión cíclica del abaratamiento precedente iniciado en 1997. Pero lo llamativo del repunte en curso es el desborde de los promedios habituales. El ascenso actual duplica la media y duración de esos incrementos desde 1975.
Esta magnitud de aumentos indicaría la presencia de un problema estructural de depredación de ciertos recursos naturales. La competencia que libran las grandes corporaciones industriales por asegurar su abastecimiento podría generar un estadio perdurable de subproducción.
Todas las materias primas se han valorizado en la última década, pero los estrangulamientos más serios se verifican en ciertos minerales y combustibles. El abastecimiento del petróleo, por ejemplo, ha quedado afectado por la falta de descubrimientos, el encarecimiento de la extracción y la concentración de existencias en regiones conflictivas (Irán, Nigeria, Irak). Estados Unidos ha reforzado además con acciones geopolíticas en Asia Central y Medio Oriente, el manejo de un suministro clave para su estrategia militar2.
Estas limitaciones en el plano de la provisión de productos, no se corroboran en el terreno de los alimentos. La producción actual es tres veces superior a los años setenta, frente a una población que se ha duplicado. El problema radica en el acceso a esas nutrientes y no en su generación.
La creciente brecha entre la producción y la distribución de los alimentos básicos es un resultado directo de la nefasta reconversión agrícola, que impuso el neoliberalismo. La gran expansión capitalista en ese sector se ha consumado en función de negocios globales que socavaron la seguridad alimentaria. Junto a la destrucción del campesinado y al éxodo rural sin creación de empleo urbano, muchos países perdieron su auto-abastecimiento3.
Esta terrible regresión fue impuesta mediante el libre-comercio de la OMC, que inicialmente permitió a Europa y a Estados Unidos descargar los excedentes de alimentos acumulados desde los años 60. Posteriormente varias naciones periféricas fueron empujadas a especializarse en cultivos de exportación y a convertirse en compradoras netas de productos básicos. Egipto perdió su condición de antiguo granero, Indonesia cedió sus excedentes de arroz, México se quedó con poco maíz, Zimbabwe, Malawi y Kenia debieron renunciar al uso de sus granos. La prioridad exportadora condujo a Costa Rica, México o El Salvador a desmantelar su agricultura de subsistencia
La eliminación de las reservas nacionales de alimentos ha sido otro golpe demoledor. La actividad agrícola ha quedado sometida el uso de herbicidas, insecticidas y fertilizantes que destruyen la biodiversidad, en un contexto de gran derroche en los gastos de comercialización (transporte, envoltorio, publicidad). Seis grandes transnacionales han logrado inéditos beneficios a costa de la hambruna del Tercer Mundo. Con la irrupción de los agro-combustibles este drama podría acentuarse drásticamente. Sólo llenar el tanque de un automóvil exige quemar el maíz requerido durante un año, para la alimentación de un niño de Zambia.
¿Cuál será el techo de este encarecimiento de los alimentos? Tradicionalmente, la cotización de estos productos ha oscilado junto a los precios de todas las materias primas, en ciclos asociados con el nivel general de actividad. Este vaivén contiene un elemento de mayor contundencia en estos insumos por su menor sensibilidad a los incrementos de productividad.
Pero problema actual radica en que estas fluctuaciones han quedado insertas en un esquema de polarización de ingresos y hambruna estructural. La expulsión de campesinos y la destrucción del auto-consumo agravan el desempleo en las ciudades. El resultado de este divorcio es un incremento de la pobreza estructural que se traduce en hambrunas colectivas, más allá del curso que asuma el precio de los alimentos. La resignación de la FAO frente a un incumplimiento definitivo de todas las metas de reducción de la desnutrición expresa la magnitud creciente de este drama.
INCIDENCIA DE LA MUNDIALIZACIÓN
La eclosión del año pasado incluyó un alto grado de sincronización global. El crack se expandió aceleradamente, en sucesivas fases de preparación (2007), estallido (2008) y generalización (2009). También el alivio posterior mantuvo esa pauta de rápida incidencia mundial.
La misma dinámica ya se observó en temblores anteriores. Pero el sacudón del año pasado desbordó el alcance regional acotado que tuvieron esos precedentes. Cuándo en los 90 se estancó Japón la economía estadounidense crecía, cuándo posteriormente estalló el Sudeste Asiático el nivel de actividad de Europa se mantuvo. También en los distintos momentos de desmoronamiento latinoamericano, las economías avanzadas continuaron operando con relativa normalidad. La crisis reciente sacudió en cambio, en forma simultánea, a los tres principales centros de la economía mundial.
Esta sincronización expresa, en primer lugar, la creciente interconexión que presentan las actividades bancarias. Un derrumbe significativo en Wall Street se transmite a toda velocidad a la red planetaria de colocaciones especulativas. Esta mundialización financiera reduce drásticamente la capacidad que tradicionalmente detentaban los estados, para afrontar de manera autónoma cada vendaval bursátil. La fuerza de contención que tenían los viejos instrumentos cambiarios, monetarios o bancarios se ha estrechado significativamente.
La misma interacción se verifica, en segundo término, en el plano comercial. En el debut de la recesión se multiplicaron las dificultades para colocar los excedentes, en los distintos mercados del mundo. El esquema exportador -que se ensanchó mediante crecimientos de las transacciones internacionales por encima de la producción- se ha transformado en la pesadilla de las grandes crisis.
La nueva velocidad de transmisión que tienen los desequilibrios mundiales obedece, en tercer lugar, al avance de la internacionalización productiva, que han generado las empresas transnacionales. Estas compañías introdujeron una reestructuración de la división internacional del trabajo, que acentuó el alineamiento de muchos precios, con ganancias medias establecidas a nivel global.
La mundialización neoliberal no sólo ha creado nuevas contradicciones financieras, comerciales y productivas. Reforzó, además, la movilidad de los capitales y las mercancías, restringiendo al mismo tiempo el tránsito de las personas. Por un lado, los cambios globales inducen a los capitalistas a favorecer el traslado de los trabajadores, que potencian la competencia laboral y abaratan los salarios (por ejemplo, dentro de la Unión Europea). Por otra parte, este mismo proceso alienta el bloqueo de las corrientes emigratorias e incentiva la construcción de los muros para frenar el ingreso de los africanos a Europa y de los mexicanos a Estados Unidos.
Estos mismos contrasentidos tienen mayor impacto en el plano institucional. La mundialización neoliberal induce a diseñar estrategias económicas globales, dentro de estructuras políticas poco internacionalizadas. Los viejos estados nacionales continúan actuando cómo árbitros de las principales decisiones, que los países adoptan en las situaciones críticas. Sólo esas entidades cuentan con la capacidad y la experiencia para descargar sobre los asalariados el costo de los auxilios que reciben los banqueros e industriales.
El capitalismo es un modo de producción históricamente estructurado en torno a múltiples estados y no cuenta con organismos sustitutos de alcance mundial. Pero desde el momento que la producción, las finanzas y el comercio han desbordado las antiguas fronteras nacionales, esta carencia se ha convertido en un escollo de primer orden. El capital necesita operar a través de instancia globales, que no logra establecer.
Esta contradicción determina muchos desequilibrios de la etapa actual. Los desajustes en curso no expresan sólo desarreglos permanentes del sistema, ni repiten sucesos del pasado. Retratan los nuevos problemas que ha creado el avance de la mundialización.
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